¿Por qué elegiste ser fotógrafo?
Hasta mis 28 años estudiaba economía, trabajaba en un banco y no tenía la menor idea que iba a ser fotógrafo. Sólo fue un proceso en el cual fui abandonando todo lo que estaba haciendo hasta ese momento, una especie de autoexilio donde pude generarme el silencio suficiente como para que la fotografía me viniese a tomar. Siento que la fotografía me tomó a mi, yo no la elegí nunca.
¿Y cómo fue ese primer acercamiento a la fotografía?
La primer experiencia fuerte que tuve fue al ver una copia original de Ansel Adams en una galería de arte. Fue un impacto absoluto porque no me imaginaba que una fotografía podía hacer eso. Si bien Ansel Adams hoy no es un modelo de fotógrafo que me constituya, el nivel de potencia visual de ese blanco y negro, significó una especie de parámetro para mí.
Con respecto a tu serie de Boston… ¿Cómo te resultó encontrar tu discurso ahí?
Con relación a esa serie, no había ningún tema que pudiera sobrepasar la experiencia de estar transformándome como fotógrafo, descubriendo el arte y viviendo en otro país. Todo eso sucediendo al mismo tiempo…¿qué otro tema podía importarme más? En el fondo, creo que esa fue una marca de origen, mi razón de ser fotógrafo. Nunca me importaron mucho los temas. Sí la experiencia de vida como tema y la fotografía como una manera de vincularme con el mundo. Los temas son inferencias que vienen mucho después, es como ponerle el título a una foto. En mi caso, eso aparece después de la acción; y esa acción es más bien inconsciente y visceral. El tema o el título es una forma de racionalizarlo.
Es casi como terapia ¿no?
Yo diría que es una estrategia comunicacional. La gente espera una guía: un título. Necesita calmar la ansiedad de no saber. Creo que mis temas son las ciudades, la cultura.
De todos modos, puedo decir mucho acerca de mi fotografía pero espero que se trate de más cosas que de los temas.
¿Cómo fue el paso de fotografiar blanco y negro a fotografiar color?
El pasaje al color tiene que ver con mi vuelta a Buenos Aires en el 85. Acá no contaba con la infraestructura necesaria para seguir trabajando en blanco y negro. Entonces se me ocurrió empezar a hacer algo con color, ya que había hecho un seminario corto de laboratorio color, como para conocer el proceso. Empecé a explorar pero tenía claro que quería investigar el color de la misma manera que había investigado el blanco y negro. Comencé a buscarle cada vez más potencia a eso y se transformó en algo completamente esencial en mi visión. Empecé a registrar la luz en términos cromáticos, ya no en términos de claroscuro.
¿Cambió algo en los encuadres? ¿Se te cambió el chip al color automáticamente?
Poco a poco fui entrando en un proceso de desaprender todo lo que había aprendido sobre fotografía hasta ese momento. Traté de hacerme zancadillas a mí mismo para tratar de romper mi formato de encuadre. Una de las cosas más importantes que hice entonces fue pasarme a una cámara pocket de visor directo, con la cual tenía muy pocas posibilidades de controlar el encuadre.También trabajé mucho más con el snapshot aleatorio, la fotografía casual. La idea del azar empezó a ser mucho más importante para mí. De ahí en adelante, hubo muchos años -e incluso un par de muestras- de trabajo a partir de esa mirada, de esa exploración plástica compositiva de la fotografía casual.
¿Cómo surge la idea de retratar artistas?
Fue el primer tema que decidí abordar después de mi período de desaprendizaje, de desarmar mi manera de encuadrar. El retrato es algo completamente central, y me interesaba hacer una especie de ensayo que tuviera la impronta del clasicismo. Tal vez pensando en el retrato renacentista a la manera de La Gioconda: la figura en el centro y el escenario alrededor pero con un rasgo también casual. Para hacer esos retratos elegí un universo que me era muy atractivo y cómodo: los artistas amigos. Para fotografiarlos, elegía un ámbito que funcionara metafóricamente y que remitiera a alguna idea sobre su obra o sobre el artista como personaje o que reflejara mi percepción sobre ese artista.
¿A la hora de fotografiar que te influye más, un contexto político-social o tu situación personal?
Si tengo que elegir, diría que lo que me motiva es mi lugar frente al contexto. Es un encuentro entre las dos cosas, pero no tengo preocupaciones sociopolíticas a la hora de fotografiar. Tengo preocupaciones comunicacionales, pero no sociales ni políticas. Soy un observador, no soy alguien que intenta cambiar el mundo, no soy un revolucionario, ni un inconformista. Soy un analista; me encanta observar y pensar. Lo que me interesa es la experiencia humana de todos: ver cómo visten las personas, cómo se mueven, cómo reaccionan, cómo nos manejamos en esta especie de desconcierto que es la vida.
¿Como pasás de la ciudades al mundo del arte?
La ciudad es cultura, es civilización, es ficción, es invasión. Para mí las ciudades son como la mente, pero también son la naturaleza. Me interesa la ciudad como representación del imaginario humano.Creo que fotografiar un edificio, una calle o gente circulando entre vidrieras, es completamente compatible con la escultura del arquero en Plaza Francia, con la pintura de Manuelita Rosas en el Museo Nacional de Bellas Artes, con las galerías de arte. Para mí todo eso corresponde al mismo universo.
¿Ves eso en tus fotos?
Veo eso en mi persistencia, en el sedimento que va quedando de todo lo que hago y lo que no hago. Creo que mi trabajo como fotógrafo, como docente y como curador apunta a una idea de construcción, que es como la del hornero: no sabe la forma que va a tener el nido, y lo que hace es llevar ramitas de a una, las va apilando y las acomoda de alguna manera…
¿Ese es tu aporte a la fotografía argentina?
Si, siempre quise aportar a la fotografía argentina lo que me parece que otros no hacen. Hacer las fotos que me parece que si no las hago yo, nadie las va a hacer. Son fotos que tienen algo de belleza, de trivialidad, de fascinación por el mundo.